Cuento Futbolero: ¿River o Boca? La rivalidad de mi padre y mi abuelo

Cuento Futbolero: ¿River o Boca? La rivalidad de mi padre y mi abuelo

¿River o Boca? La rivalidad de mi padre y mi abuelo

Por: Bruno FiorilloSábado 24 Abr 2021

 Desde que lo conocí, hubo dos motivos por los que mi abuelo podía contar una historia: fútbol o la colimba. Siempre me impresionó que estos no se crucen en ninguna historia. De todas formas, no vengo a hablar sobre aquel servicio militar, esta vez la historia me toca contarla a mi, y es sobre esa pasión llamada fútbol. Paso a narrar sobre la enemistad que mi padre y él tuvieron durante muchos años.

Mi abuelo tuvo 5 hijas, sí, todas mujeres. Cuando se enteró que mi mamá estaba embarazada de un varón, su alegría fue desconcertante. Lo primero que hizo fue comprarme una cuna con los colores de River. Claramente mi papá, el mayor "bostero riquelmista" alguna vez conocido, no estaba a gusto, pero de todas formas se contentaba de ver a su suegro tan emocionado.

Pasó el tiempo y los problemas llegaron, ambos lo sabían y querían primerear al otro. El primer año fue de mi abuelo, con mamaderas, baberos y chupetes. Con todo el gasto que conllevaba tener un hijo bebé, mi papá no le pudo hacer competencia.

 Para mi cumpleaños de 2 años, con otra comodidad económica, me regaló todo un conjunto de Boca del que todavía mantengo fotos. Mi abuelo, una pelota de River que nunca le presté atención, era muy pesada para que un nene tan chico la pateara. Inevitablemente, me convertí en un pequeño futuro riquelmista. 

Para estas alturas, la hostilidad entre ellos era evidente, toda la familia lo sabía. Pasaron 2 años más y seguí siendo de Boca, hasta llegué a ver algún que otro partido. Mejor dicho, minutos de partidos, me aburría y me iba a jugar con los juguetes. Un día, a la edad de 4, sucedió uno de los mayores dolores de la vida de mi padre, le dije: "Papá, soy de River" y me saqué la remera de Boca que tenía, la use de trapo frente a sus ojos. El mayor sufrimiento, fue cuando me preguntó cómo fue que decidí cambiarme de equipo, y le contesté: "El abuelo me dijo que River era el mejor", sus ojos se llenaron de lágrimas.

Fue entonces que decidió no hablarle, pasaron navidades, años nuevos, cumpleaños, y todo tipo de juntadas en las que mi abuelo sonreía victorioso y no cruzaban palabra alguna, con suerte se miraban o brindaban a lo lejos.

Después de otros 4 años, mi padre en una cena familiar, sabiendo que tenía las de perder porque mi abuelo, en su juventud, casi llegaba a la primera de Temperley como arquero, decidió retarlo a una tanda de penales para decidir de qué equipo sería. Sin miedo y con el pulso intacto, mi abuelo aceptó instantáneamente estrechando su mano con la de mi papá.

Fue toda una gran ceremonia en el parque, todas mis tías estaban con camisetas blanquirojas y banderas, en cambio, mi abuela paterna y los amigos de mi padre, vestidos de azul y oro, con una cantidad impresionante de vuvuzelas. En el medio, mi abuelo en el arco, vestido con la camiseta verde de Fillol y mi padre en el punto penal, con la 10 en la espalda. Empezó pateando y metió el gol, la colocó junto al palo y sorprendió a todos. Le siguió mi abuelo, confiado y canchero, la quiso picar pero mi papá no se movió y atajó fácilmente. En las caras de mis tías ya se veía la decepción y el miedo a lo que podría pasar. 

Turno de mi papá que estaba empatando 2-2, nervioso, pateó fuerte y la tiró afuera. Posteriormente no pudo atajar el tiro y su sudor empezó a mojar la remera, la tanda se podía definir en el siguiente penal, y no sólo el ganador, se determinaría si alguna vez yo pisaría La Bombonera o, como él le decía, el "gallinero". 

Era el momento de demostrar si realmente mi abuelo era un gran arquero. Mi papá patea nuevamente pegado al palo pero se lo ataja. Mi abuelo corrió a festejar con la pelota en sus manos; con casi todas sus hijas y saltando eufóricos, gritaban "River campeón, River campeón". Mi padre casi totalmente destruido, estaba llorando desconsoladamente en los brazos de su madre, limpiándose las lágrimas con la camiseta de Juan Román.

 Mi mamá, sin saber a donde ir por estar en el medio de ambos bandos, me vio. Estaba solo, como un trofeo abandonado, aburrido de ver los penales menos emocionantes que había visto en mi corta vida, deseando tener mis juguetes. Mi madre se acercó y me dio la mano, le dije con cierta vergüenza "Mamá, yo quiero ser de Vélez". Lo cierto es que poco me importaba el fútbol y quería pertenecer al club del que era hincha mi mejor amigo.


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